La Cultura del terror / 7


El colonialismo visible te mutila sin disimulo: te prohíbe decir, te prohibe hacer, te prohíbe ser. El colonialismo invisible, en cambio, te convence de que la servidumbre es tu destino y la impotencia tu naturaleza: te convence de que no se puede decir, no se puede hacer, no se puede ser.

Eduardo Galeano

La Rebelión pasa por contrarrestar la cultura del terror. La blogesfera deber ser también un instrumento de Rebelión

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sábado, 20 de agosto de 2011

La hora de la vejez (El Tunel. Sabato)

                                                                                                                  
XXXV       

Eran las seis de la tarde. Calculé que con el auto de Mapelli podía llegar en cuatro horas, de modo que las diez estaría allá. "Buena hora", pensé.

En cuanto salí al camino a Mar del Plata, lancé el auto a ciento treinta kilómetros y empecé a sentir una rara voluptuosidad (...)

En esa voluptuosidad aparecían y desaparecían sentimientos de culpa, de odio y de amor: (...) por un lado estaba yo, estaba el compromiso de verme esa tarde; ¿para qué?, para hablar de cosas oscuras y ásperas, para ponernos una vez más frente a frente a través del muro de vidrio, para mirar nuestras miradas ansiosas y desesperanzadas, para tratar de entender nuestros signos, para vanamente querer tocarnos, palparnos, acariciarnos a través del muro de vidrio, para soñar una vez más ese sueño imposible. Por el otro lado estaba Hunter y le bastaba tomar el teléfono y llamarla para que ella corriera a su cama. ¡Qué grotesco, qué triste era todo (...)

Llegué a la estancia a las diez y cuarto. Detuve el auto en el camino real, para no llamar la atención con el ruido del motor y caminé. (...)

Se sentía ese calor estático y amenazante que precede a las violentas tempestades de verano. Era natural que salieran después de comer. Me oculté en un lugar del parque que me permitía vigilar la salida de gente por la escalinata y esperé.

XXXVI

Fue una espera interminable. No sé cuánto tiempo pasó en los relojes, de ese tiempo anónimo y universal de los relojes, que es ajeno a nuestros sentimientos, a nuestros destinos, a la formación o al derrumbe de un amor, a la espera de una muerte. Pero de mi propio tiempo fue una cantidad inmensa y complicada, lleno de cosas y vueltas atrás, un río oscuro y tumultuoso a veces, y a veces extrañamente calmo y casi mar inmóvil y perpetuo (...)

XXXVII

 Después de este inmenso tiempo de mares y túneles, bajaron por la escalinata. Cuando los vi del brazo, sentí que mi corazón se hacía duro y frío como un pedazo de hielo. 

Bajaron lentamente, como quienes no tienen ningún apuro. "¿Apuro de qué?", pensé con amargura. Y sin embargo, ella sabía que yo la necesitaba, que esa tarde la había esperado, que habría sufrido horriblemente cada uno de los minutos de inútil espera. Y sin embargo, ella sabía que en ese mismo momento en que gozaba en calma yo estaría atormentado en un minucioso infierno de razonamientos, de imaginaciones. ¡Qué implacable, que fría, qué inmunda bestia puede haber agazapada en el corazón de la mujer más frágil! Ella podía mirar el cielo tormentoso como lo hacía en ese momento y caminar del brazo de él (¡del brazo de ese grotesco individuo!), caminar lentamente del brazo de él por el parque, aspirar sensualmente el olor de las flores, sentarse a su lado sobre la hierba; y no obstante, sabiendo que en ese mismo instante yo, que la habría esperado en vano, que ya habría hablado a su casa y sabido de su viaje a la estancia, estaría en un desierto negro, atormentado por infinitos gusanos hambrientos, devorando anónimamente cada una de mis vísceras.


¡Y hablaba con ese monstruo ridículo! ¿De qué podría hablar María con ese infecto personaje? ¿Y en qué lenguaje? 

¿O sería yo el monstruo ridículo? ¿Y no se estarían riendo de mí en ese instante? ¿Y no sería yo el imbécil, el ridículo hombre del túnel y de los mensajes secretos?


Caminaron largamente por el parque. La tormenta estaba ya sobre nosotros, negra, desgarrada por los relámpagos y truenos. El pampero soplaba con fuerza y comenzaron las primeras gotas. Tuvieron que correr a refugiarse en la casa. Mi corazón comenzó a latir con dolorosa violencia. Desde mi escondite, entre los árboles, sentí que asistiría, por fin, a la revelación de un secreto abominable pero muchas veces imaginado.

Vigilé las luces del primer piso, que todavía estaba completamente a oscuras. Al poco tiempo vi que se encendía la luz del dormitorio central, el de Hunter. Hasta ese instante, todo era normal: el dormitorio de Hunter estaba frente a la escalera y era lógico que fuera el primero en ser iluminado. Ahora debía encenderse la luz de la otra pieza. Los segundos que podía emplear María en ir desde la escalera hasta la pieza estuvieron tumultuosamente marcados por los salvajes latidos de mi corazón.


Pero la otra luz no se encendió.


¡Dios mío, no tengo fuerzas para decir qué sensación de infinita soledad vació mi alma! Sentí como si el último barco que podía rescatarme de mi isla desierta pasara a lo lejos sin advertir mis señales de desamparo. Mi cuerpo se derrumbó lentamente, como si le hubiera llegado la hora de la vejez.

lunes, 8 de agosto de 2011

La vida no es solo un tacho de basura. Sabato A Fondo


Quizá la mejor entrevista a Sabato, y esta es para mi la parte más emotiva y la más ilustrativa en cuanto al Anarquismo.




Les dejo transcrita una pequeña parte de la entrevista, fundamental: 

... La otra vez me preguntaban si Beckett es un gran escritor... si, es muy admirable, pero grande... la grandeza implica la totalidad y Beckett ve la vida como un hombre en un tacho de basura y eso no es cierto, la vida es otra cosa, eso eso pero además otra cosa, la vida es un tacho de basura pero es un hombre capaz de heroísmo, capaz de sacrificarse por los demás, ha habido actos infinitos de heroísmo en las guerras, en los naufragios, en las revoluciones, a habido individuos desinteresados que han hecho cosas muy grandes... No seamos injustos con la raza humana a la que todos pertenecemos por otro lado, incluyendo a Beckett... por eso respondí "No sé si Beckett es un gran escritor", es un escritor muy admirable, pero grande en el sentido que es un Cervantes, un Shakespeare... que ven todos los costados de la raza humana: no, no nos precipitemos, esa clase de grandeza no la tiene...